02/08/2018

La perspectiva de género, un modelo a reivindicar



El 54 por ciento de la población mundial actual reside en áreas urbanas y se prevé que para 2050 llegará al 66 por ciento, según un informe de la ONU difundido en 2014. Casi la mitad de los 3.900 millones de habitantes urbanos actuales residen en áreas con menos de medio millón de habitantes. Estos datos presentan varios desafíos para cubrir las necesidades de sus habitantes, como la vivienda, las infraestructuras, transporte y la provisión de servicios básicos.  Con estos datos se puede presuponer que, además de en la industria, donde también nos vamos a jugar nuestro futuro desde la perspectiva del cambio climático y las emisiones de CO2 es en las fuentes de emisión domésticas y en el transporte.


El cambio a la sostenibilidad será social, económico y ambiental o no será. Pero tampoco se producirá sin tener en cuenta el crecimiento de la población urbana y el transporte desde la perspectiva de género, donde es fundamental que la mujer participe en la toma de decisiones aportando sus experiencias. Las mujeres han tenido históricamente una movilidad diferente a los hombres en sus desplazamientos tanto debidos al trabajo -remunerado o no-, como a los lugares de ocio, de estudio, etc. Pero sobre todo porque, debido a  las circunstancias que les ha impuesto la sociedad, una gran mayoría de los viajes de mujeres se realizan con gran prudencia ya que lo hacen con personas dependientes o menores que hay que salvaguardar o con gran prevención por la violencia de los hombres hacia las mujeres. La adaptación de los transportes a la mujer debe ser prioritario y el grado de inclusión el máximo posible.


Las investigaciones realizadas hasta la fecha en diversos países coinciden en un hecho: las pautas de movilidad de mujeres y hombres son diferentes. Las mujeres tienen un menor acceso al coche y, por ello, dependen del transporte público en mayor proporción que los hombres, realizan más desplazamientos con niños/as o cargadas y viajan más fuera de los horarios punta (en parte, debido a que muchas tienen trabajos a tiempo parcial). El diseño de las infraestructuras de movilidad, hecho desde pautas supuestamente universales, valora claramente los viajes laborales por encima de cualquier otro motivo de desplazamiento. (Manual análisis urbano P. Vasco


Las mujeres, respecto a los hombres:

  • Se desplazan más a pie y en transporte público (31’2% y 36’3% frente a 20’2% y 17’8%, respectivamente).
  • Proporcionalmente, tienen menos permisos y licencias de conducir (45’8% frente a 78’5%) y conducen menos (39’9% frente a 76’8%). Sin embargo, ellas viajan en coche como pasajeras con mayor frecuencia.
  • Se desplazan menos por trabajo, y más por compras y tareas asociadas al cuidado.
  • Tienden a vivir más cerca de su lugar de trabajo.
  • En sus desplazamientos, a menudo combinan varios modos de transporte, mientras que los hombres tienden a utilizar exclusivamente el coche.
  • Realizan más desplazamientos con niños/as o cargadas.
  • Viajan más fuera de los horarios punta.

Estadísticamente, la mayor parte del trabajo de cuidado no remunerado es asumido por mujeres. Sin embargo, ha habido un incremento de la participación femenina en el sector productivo. La duplicidad de trabajo remunerado y no remunerado determina las necesidades de las mujeres en relación al espacio público, el transporte, los equipamientos, los lugares de empleo y comercio y la vivienda.  Las mujeres, al cargo de las tareas de cuidado, se encuentran más habitualmente con los obstáculos y dificultades cotidianas que presentan las ciudades, como son los temas de accesibilidad. 


Tenemos ciudades donde no todas las personas pueden optar por todos los recorridos existentes por cuestiones de seguridad individual, bien porque no están iluminados suficientemente, o bien porque no están limpios, o porque tienen recovecos, o por la ubicación de las actividades económicas, de los servicios o los equipamientos. Disponemos de ciudades no inclusivas en general y lo peor es que el modelo de ciudad diseñada sin inclusión puede empeorar estas circunstancias. Un pueblo como el nuestro donde el coche privado tiene un protagonismo central, significa que apuesta por una ciudad menos sostenible, con más emisiones de CO2 que contribuyen al cambio climático. Las ciudades donde el automóvil tiene un protagonismo principal generan mucha más contaminación y exclusión social que aquellas donde el ir andando y el transporte público están presentes en los desplazamientos de sus ciudadanos.


Hay que cambiar el rumbo cuanto antes. La sostenibilidad en el medio urbano depende en buena medida del modelo de movilidad que cada ciudad tenga. Debemos considerar el transporte desde la perspectiva de género, desde la perspectiva inclusiva, ya que la mujer por ejemplo es usuaria mayoritariamente de un transporte intermodal, utiliza los transportes menos contaminantes como ir andando, en bicicleta o autobús que son medioambientalmente los más sostenibles. Para propiciar este cambio queda un trabajo importante por hacer y que en la actual legislatura el equipo de gobierno del Ayuntamiento de Sagunto es muy difícil que lo consiga porque está roto el nexo de participación con la ciudadanía. De ese modo quedan relegados entre otros asuntos la adecuación de los transportes públicos en sus rutas y horarios de paso, en los condicionantes que ellas soportan (sillas de bebés, carros de compra, acompañamiento a mayores o dependientes...), en la dotación de interconexiones entre los distintos modos de transporte de forma fácil, próximos y con horarios de cambios cortos. Fomentar la movilidad sostenible atendiendo a las necesidades e intereses de la ciudadanía, desagregando y sobre todo realizando una política urbanística que recoja las distintas sensibilidades, entre ellas las de género, la ciudad de proximidad y vecindad está por construir. 



 
Fuentes:
·          Secció de Dones i Igualtat. Concejalía Bienestar Social e Integración. AYUNTAMIENTO DE VALENCIA

·          Movilidad sostenible y equidad de género. Imanol Ilárraz. Antropólogo social

·          Begoña Pecharroman. Movilidad desde la perspectiva de género - Euskadi.eus