29/07/2017

La paradoja de las infraestructuras, menos es más

"La paradoja de las infraestructuras” hace referencia a la curiosa contradicción que surge cuando los administradores públicos detectan que una infraestructura de transporte, como una autopista, carretera o calle, tiende a saturarse por el uso, y deciden aprobar inversiones para ampliarla. El resultado, en todos los casos, termina por ser un nivel de colapso aún mayor, como ya han comprobado en numerosos casos, incluido el del mayor atasco del mundo jamás registrado, debido al efecto llamada de esas infraestructuras y al incentivo que suponen para seguir recurriendo al uso del vehículo particular.
La consecuencia es que un número cada vez mayor de administraciones optan por la aproximación contraria: aunque resulte aparentemente paradójico, es mucho mejor responder al colapso de las infraestructuras de transporte con inversiones no destinadas a incrementar la capacidad de esas infraestructuras, sino justo al revés, a reducirlas. Así lo están planificando y llevando a cabo ya ciudades como San Francisco, Londres o Ciudad de México, caracterizadas por importantes problemas de tráfico, que han decidido recortar espacios destinados al aparcamiento como forma de desincentivar el uso del vehículo privado. Lógicamente, no tener donde dejar el vehículo una vez alcanzado el punto de destino supone un inconveniente importante, que lleva a que muchos usuarios se planteen utilizar otros medios de transporte, como demuestra el hecho de que una de las medidas habituales de reducción del tráfico en situaciones de elevada contaminación sea precisamente la restricción del aparcamiento.
La idea de que la solución a un problema pueda estar no en incrementar las inversiones para aumentar la capacidad, sino precisamente en lo contrario, en reducir dicha capacidad, puede sonar paradójica, pero es un reflejo claro y evidente de la insostenibilidad del planteamiento actual. Ampliar los accesos a las ciudades, construir más carreteras, más autopistas y más vías de circunvalación tiene como resultado que más personas se planteen seguir utilizando su automóvil, y que esas vías alcancen una situación de colapso cada vez mayor. La llamada “paradoja de las infraestructuras” es cada vez más conocida entre los estudiosos del tráfico y de las soluciones de transporte, y se configura como la clave del futuro en un número de casos cada vez mayor. Londres, en muchos sentidos, es el extremo: entrar en la ciudad con un vehículo particular no eléctrico supone no solo el pago de un peaje importante, sino además, un problema a la hora de plantearse donde aparcarlo si no se cuenta con un garaje: el espacio de aparcamiento se ha reducido en nada menos que un 40% desde el cambio de la normativa en el año 2004. ¿Alguien se atreve a imaginarse Madrid con un 40% menos de espacio de aparcamiento? ¿Y con calles mucho más amplias y despejadas en las que los vehículos aparcados no monopolizan ese espacio público para un uso privado?
El legado correcto de un gestor público a día de hoy no es una ciudad con avenidas más anchas y accesos con más carriles, sino todo lo contrario: una ciudad en la que el uso del vehículo privado esté tan desincentivado, que solo se lleve a cabo en ocasiones excepcionales, mientras el grueso de los desplazamientos tenga lugar en otro tipo de soluciones más eficientes. En infraestructuras de transporte, menos es más. Sin duda, debemos plantearnos otro tipo de ciudades. Más verdes, más sostenibles, y no diseñadas para el automóvil, sino para las personas. Cuando el problema es la sostenibilidad y la salud de las personas, la comodidad de llegar y aparcar en la puerta debe pasar a un segundo plano.
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16/07/2017

Camino escolar, movilidad infantil en Sagunto.

En la última estrategia de seguridad vial 2011 a 2020, se pretendía crear un marco de actuación y/o instrumento que facilitara, impulsara y coordinara las acciones de los distintos entes y agentes sociales a todos los niveles, a través de la consecución de una serie de objetivos.  Entre ellos, se encontraba la defensa y protección de los sujetos más vulnerables, la infancia.

En nuestro ámbito, Sagunto, impulsadas por la concejalía de Movilidad Urbana del Ayuntamiento de Sagunto y en colaboración de Bicicoleando y la concejalía de Educación, hace un año (junio 2016) que se empezó el proyecto y desde entonces ha habido dos colegios, el CEIP Mediterráneo (Puerto de Sagunto) y Cronista Chabret (Sagunt) interesados/elegidos para el proyecto. Estos han participado en las actividades propuestas como: la sensibilización en materia de movilidad, talleres y encuestas para los peques, sus familias y los profesores; se invitó a los técnicos del Ayuntamiento de Sagunto a participar, se hizo un concurso de dibujo para los peques, se sortearon bicicletas, se realizaron actividades concienciadoras, etc.

Ahora, la cuestión es saber si los itinerarios seguros para que los niños puedan desplazarse en bicicleta o autónomamente andando son seguros, si los vehículos de las calles y avenida de los itinerarios han reducido su número bajando así la contaminación y consiguiendo mayor seguridad vial.

Me gustaría saber cómo los niños han interiorizado el comportamiento seguro cuando están en la calle y qué porcentaje de niños que no lo hacía van a ir a cole andando o en bici pero de manera autónoma. Cuántos de ellos se sienten ahora ciudadanos con responsabilidades sobre su entorno inmediato valorando y cuidándolo, cuántos han cambiado su modo de vida haciéndolo ahora menos sedentario y cuántos han adquirido pautas sostenibles. También es importante conocer el aumento de nivel de confianza de los padres en la seguridad de que a sus hijos, cuando van a la escuela, no les pasara nada, si se han creado redes sociales para procurar y velar por el bienestar infantil durante su traslado a la escuela.

Sería muy bueno que el gobierno local hubiera aprendido también algo como es el interiorizar la visión de las necesidades de la población infantil, pero por ahora no hay nada que indique que ha mejorado. No ha hecho nada por reducir el tráfico y su velocidad en la zona de afectación de los colegios, por mejorar la visibilidad niños o por disminuir el ruido hasta niveles saludables para niños y profesores. No se atisba a ver que los concejales implicados vayan tener la visión del peatón incorporarla a sus decisiones.

Me preocupa que los niños vuelvan en septiembre y se sientan defraudados porque no vean una relación directa entre lo que viven y lo que se ha propuesto, porque no encuentren las referencias suficientes en la calle para que les guíe además de la señalización, porque esa educación en valores que se proponía no se vea reflejada en los adultos de su entorno que son su referencia. 

El camino escolar se construye entre todos, no lo puede imponer una entidad de forma aislada y tampoco he visto que el proyecto lo integren todos los colectivos que se suponen debieran intervenir. 

Con las señales del camino escolar que son difíciles de encontrar y por tanto hacen difícil visualización del proyecto; con la ausencia de marcas de referencia en calles y aceras; con la deficiente ocupación del espacio público del proyecto, sin medidas de regulación del tráfico, sin reducción de paso de los vehículos, sin reducción de la velocidad y sin medidas de calmado de tráfico es muy difícil que el proyecto no quede en algo simbólico o aislado.

A dos meses vista del inicio del curso, solicito que alguien compare el número de niños que antes acudían al colegio en transporte motorizado y ahora lo hacen a pie o en bicicleta, así como el incremento de autonomía infantil.

Me gustaría comprobar que el proyecto ha transformado actitudes, comportamiento y ha aumentado hasta niveles optimos el compromiso con el proyecto del Alcalde, de concejales, de todos. Pero me temo que es solo un deseo.