“Los coches eléctricos están
llamados a liderar el futuro de la automoción”, esto se dice como reclamo en
una página web sobre automóviles eléctricos. Así pretenden convencer a los
clientes
para que cambien sus coches de combustión de gasolina o diésel por otros de
tracción eléctrica. Cambiar el coche comienza a ser lo más habitual si el viejo
no es “suficientemente ecológico” o simplemente es hora de actualizarlo. Llegados
a este punto algunas personas, además, se proponen ser más ecológicos y racionalizar
el coche hasta niveles que supongan la menor agresión posible para el planeta. Y
por qué no combinar el coche con hacer algún tramo del recorrido utilizando otros
modos de transporte como los colectivos, la bicicleta o ir a pie. Otra parte de las personas más concienciadas, sabiendo
que nuestros vehículos pasan alrededor del 90% de su tiempo sin ser utilizados,
se proponen compartir el coche para rentabilizar el coste energético. De todas
estas posibilidades, sustituir los medios de transporte motorizados individuales
por otros modos de mayor eficacia suele ser la solución elegida; generalmente lo
sustituimos en todo o en parte del recorrido por el transporte colectivo o
reducimos la movilidad motorizada, tanto en la cantidad como en la longitud de
los desplazamientos. Estos cambios son una parte importante de la solución, otra
es orientar el cambio hacia modos más sostenibles como el peatonal o ciclista. Sin
embargo, reducir la necesidad de desplazarse puede ser la más eficaz contra la
emisión de gases de efecto invernadero.
Una cuestión importante está en
diferenciar movilidad sostenible frente a movilidad sostenible y accesible. Cuando
se trata de movilidad significa que optimizamos los transportes de personas y
mercancías, procuramos disponer de medios de transporte que faciliten estos
desplazamientos con el menor impacto ambiental posible. Pero si a la movilidad
la dotamos de objetivos, como facilitar el acceso a los bienes, los servicios y
los contactos sociales, entonces debemos reevaluar, la cuestión cambia y mucho,
porque entonces estamos hablando de movilidad sostenible y accesible. En este
punto nos preguntamos ¿Por qué nos hemos de mover tanto? Analizando esta
cuestión nos lleva inexorablemente a hablar de reducir la necesidad de realizar
desplazamientos. Entonces es cuando nos surge priorizar trabajar cerca de casa
o vivir cerca del trabajo, que nuestra casa este próxima a medios de transporte
público, que disponga de servicios básicos en proximidad como tiendas, sanidad
o educación, siempre condicionado a que sea posible. Pero no tener que utilizar un modo de
transporte si no es absolutamente necesario es la mejor opción.
La movilidad accesible es una mirada más
profunda que la sostenible, porque implica reevaluar nuestras necesidades,
reflexionar sobre las relaciones humanas y sobre el modelo de ciudad. Supone valorar la movilidad desde múltiples
facetas así como las implicaciones directas que tiene esta en la salud de las
personas que se ven afectadas por el transporte y la organización del
territorio sobre todo el urbano aunque no solamente. Analizar detenidamente la
afectación al medio ambiente en cuanto a sus aspectos más importantes como la
calidad de aire, la contaminación acústica, el cambio climático por las
emisiones de gases de efecto invernadero (que en España tiene al transporte como
el mayor emisor). Debemos de revisar el
diseño urbano ya que nuestras calles no permiten acceder a los modos de
transporte de manera democrática, viéndose comprometidos los derechos de los peatones
que son, además de los que realizan un mayor número de desplazamientos, los más
sostenibles desde la perspectiva ecológica, social y económica. Por tanto, el
diseño urbano debe cambiarse de manera radical y dejar de atender las
necesidades del coche para centrarse en los modos más sostenibles. La
afectación a la participación ciudadana es muy importante: no únicamente
tenemos derecho a votar cada cuatro años, sino también a participar de forma
activa. En este pueblo ha habido propuestas interesantes en las que hemos
participado y donde se nos propuso la apertura de la administración local a la
ciudadanía interesada. Se realizó el
trabajo de detectar las necesidades del municipio y definir las estrategias de
mejora. Así, en una de las últimas
ofertas de participación “los mapeos urbanos” demostraron que la gente estaba
muy interesada y planteó propuestas razonables y sostenibles recogiéndose en el
documento al efecto que tenemos a nuestra disposición en la web del
Ayuntamiento. Pero esta muestra de
fortaleza democrática, de madurez social, que fue un reto importante para los
equipos de gobierno, supuso un fiasco para la ciudadanía. La participación
llego hasta el momento en que se debía decidir donde se invertía parte del
presupuesto municipal, no hubo compromiso, después le siguió la nada. Supuso quebrar la buena fe de la ciudadanía organizada
y participativa, demostrando que por parte del gobierno local se llega hasta
donde permite llegar la legislación vigente, es decir nos permitió el derecho a
revisar y a reclamar, pero esto no es participar.
Desde el punto de vista participativo
el equipo de gobierno local debe demostrar su capacidad de devolver la
confianza a la ciudadanía con la participación en los proyectos y en el diseño
específico de estos. Hoy por hoy, en cuestiones de movilidad, a las
organizaciones ciudadanas ni se las mantiene informadas ni existe espacio de
interlocución.
Necesitamos políticas que
desequilibren la balanza a favor de los modos de transporte más sostenibles,
con propuestas urbanísticas, con programación, con decisión. Pero es necesario debatir y para esto es preciso
construir entornos participativos que den confianza, estables, donde se den
acuerdos en procesos transversales, transparentes, honestos, flexibles y con
continuidad en el tiempo. Sin la participación ciudadana las propuestas por
parte de un partido hegemónico en la política local o de un equipo de gobierno multicolor
pueden no ser aceptadas por las personas a las que va dirigida la propuesta y
fracasar.
La cantidad de tiempo y energía que
dedicamos a desplazarnos evidencian que la política en materia de movilidad influye
decisivamente en la vida diaria que realizamos, en nuestra salud y en la vida
del planeta. El camino hacia la movilidad que queremos necesita cambiar el
paradigma actual por otro donde los modos de transporte sean lo más eficientes
posibles y estos sean la base del cambio.