En el barrio de mi infancia tenía enfrente de casa la droguería del barrio; a cincuenta metros, una tienda en donde mi madre compraba las patatas, la del Federo; a la misma distancia, la pescadería de Vicentica; la tienda donde comprar los tebeos, el kiosco, en la calle de al lado; un bar en la esquina de la calle. A cien metros, el pintor (Quintín), el cristalero, la peluquería de José, la escuela de Don José -en donde se daba clases a todos los niveles juntos-, el taller de reparación de bicicletas, el estanco, la carnicería y dos tiendas de comestibles. La zapatería un poco mas allá, a doscientos metros; la panadería a trescientos y un cine a cuatrocientos. Todas las distancias eran cubiertas a pie como parte intrínseca de la diaria de nuestra vida. A trescientos metros -y nos parecía lejos- la parada del autobús, servicio publico de transporte “el Wichitero”. Al anochecer, la calle se ocupaba con mesas y sillas. Cada uno en su puerta o agrupándose con otros vecinos se cenaba en la calle. Luego mis vecinos, Manolo y Paz, colocaban la televisión en la ventana y se veía la tele. El espacio público estaba ordenado, los servicios imbuidos en el barrio de manera eficiente cubrían nuestras necesidades. Era, o al menos a mi me lo parecía, un barrio en el que las distancias entre servicios y las personas era de lo más humanos, entendiendo que esto se da cuando se pueden recorrer las distancias a pie. Lo de la bicicleta era un lujo para el cabeza de familia con el que desplazarse a trabajar, aunque la mayoría de las personas iban andando a la fábrica y los coches eran excepciones en la calle. La bicicleta era el medio de locomoción rápido de la familia, cabíamos los tres. El barrio era un gran espacio peatonal autorregulado y cuando te preguntaba tu madre ¿dónde vas? decías que a la calle: la calle era la prolongación de tu casa. Hoy todo ha cambiado, apenas si tenemos tiendas en nuestros barrios, el automóvil se ha hecho imprescindible desplazando los modos de transporte no motorizados hasta niveles de tener que protegerlos con carriles bici independientes y a los humanos los puso en la acera hace mucho tiempo.
Poco a poco, con las mejoras
económicas llegan los transportes motorizados y estos invaden el espacio urbano
a base de ser un peligro para los seres humanos. Estos se ven obligados a
ocupar un ámbito más reducido viéndose la calidad de vida seriamente perjudicada, el progreso lo llamábamos. Recuerdo
que cuando en verano veíamos la tele de algún vecino desde el patio de butacas
instalado en la calle, en lo más interesante de la película pasaba alguien con
una moto y había que esperar que desapareciera para seguir oyendola, era
la contaminación acústica que nos estaba invadiendo. Volver a entornos como los
que he descrito supone volver a dar jerarquía viaria al peatón para
reconquistar ámbitos urbanos más tranquilos, en los que los desplazamientos a
pie o en bicicleta tengan prioridad frente a los coches.
Una de las primeras decisiones de
Julio César fue la prohibición del tráfico rodado en el centro de Roma durante
el día. Claudio extendió dicha política al resto de municipios italianos, y
Marco Aurelio la aplico posteriormente a todos los pueblos del Imperio
Peatonalizar calles y plazas
contribuirá a cohesionar los barrios, supondría prolongar nuestras viviendas en
la comunicación humana, volviendo a disponer de actividad comercial en
proximidad, revalorizándola. Aunque no estoy seguro de que los comerciantes
vean al principio la propuesta de peatonalización como una oportunidad de negocio, según la experiencia en otras ciudades la
zona peatonal se convierte automáticamente en zona de atracción en donde se
instalarán empresas a fin de captar clientes, la zona se dinamiza
comercialmente. Estoy convencido de que
es necesario ir peatonalizando ciertas zonas del pueblo, porque tenemos calles
estrechas, porque existen calles con aceras infames que no sirven para nadie,
porque tenemos barrios que son historia que debemos proteger, porque tenemos una
gran población de una edad avanzada, porque los niños no pueden
jugar en la calle, porque hay que recuperar la calle para las personas, porque
somos un pueblo con mucho ruido provocado por los coches, porque
en ciertas calles se huele el humo de los mismos, porque que los vehículos van
demasiado rápidos por las calles… Peatonalizar es barato, basta con colocar
vallas, bolardos o jardineras en sus extremos e instalar las respectivas
señales verticales. Esto tiene un coste ridículo y las calles podrían peatonalizarse ya
mismo.
Se deberían ir dedicando conjuntos
de vías urbanas a la circulación preferente de peatones y usuarios de sistemas
no motorizados. Este proceso de peatonalización exige un esfuerzo de
implicación ciudadana con sus colectivos sociales y económicos, debemos hacer
un frente común para conseguir que se valoren los beneficios a corto, medio y
largo plazo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu tiempo, esfuerzo y dedicación.